POR GABRIEL MARIA PÉREZ
Fuente: Univers Àgatha | 08/09/2024
Fotografía: Gabriel Maria Pérez
Es cierto que todavía no ha terminado el verano, que todavía quedan unos días más de septiembre.
Hace ya varios años que no hacemos todas las vacaciones en septiembre, salvo esta pequeña franja de una semanita.
Lo hemos pasado bien este año durante nuestro viaje anual de vacaciones de verano.
Hemos vuelto a esta tierra tan fantástica como es la de Asturias, hemos visto paisajes encantadores, aguas bravas, acantilados abruptos espectaculares: la fuerza de la naturaleza.
Y también hemos vuelto a vivir la bravura de mi hija Ágatha, con autismo severo.
Siempre, siempre será un trabajo. Ya vamos prevenidos de que en los primeros días puede costarle el cambio de lugar, el cambio de hábitos, de habitación. Este año no podía ser distinto, claro. Noches de dormir un máximo de cuatro horitas e incluso ninguna.
Estar en la habitación durmiendo y de repente oír cómo se abría la puerta y aparecía ella entre la oscuridad, con unos pasos cortos, arrastrando los piececitos.
Pues, pese a estar en alerta, estos momentos aguan algo bastante esa necesidad del descanso que te ofrecen las vacaciones de verano.
Son duros, pero es así: nunca descansas del todo, Àgatha parece tener un motor de aquellos que se recargan solos y que duran y duran y cuestan pausar.
Ágatha es muy bonita, tiene un brillo en los ojos cuando es feliz que contagia el universo, que contagia la naturaleza. Tiene una sonrisa que te abre la ilusión de la calma.
Pero Àgatha también es alta tensión, un voltaje muy alto, un estrés contenido muchas veces, otras incesante. Un mar tranquilo entre tormentas.
Ahora que poco a poco volvemos a la normalidad del día a día, en este preciso instante da vueltas sin detenerse a mi alrededor y ha perdido la sonrisa.
Reivindico tu sonrisa, Ágatha y la vuestra, amigos míos, no podemos reiniciar el curso alicaídos.
Por cierto Ágatha, ¡qué gran madre que tienes!!
¡Os quiero mucho!!
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