POR LOLA RAMOS
Fuente: Autismo en Vivo | 07/06/2020
Fotografia: Pixabay.com
La experiencia de los hijos de personas con autismo da un punto de vista muchas veces olvidado, pero no menos necesario de tener en cuenta.
Me he dado cuenta de que pocas veces se habla de los hijos y las hijas de personas con autismo y de que, nosotros y nosotras, tendemos a hablar poco también. Y creo realmente que compartir lo que nuestros padres o madres autistas han significado para nosotras puede ser una vía de empoderamiento para tod@s.
Mi padre y yo tenemos las mismas manos. Y, a medida que me voy haciendo mayor, las mías se acercan más a la imagen que tengo de las suyas. No hay ni un solo día en que no piense en él, en las cosas que me gustaría compartir con él y en todo lo que le debo.
A finales de junio hará un año que mi padre me escribió un e-mail. Era el primero después de seis años sin ningún tipo de contacto.
“ Buenas tardes:
Necesito saber tu dirección para enviarte por mensajero dos cajas de tamaño medio con pertenencias tuyas”
El 21 de junio de 2014 tuvimos una conversación por teléfono en la que solo recuerdo decirle que estaba cansada (trabajaba mucho, estudiaba un master, me recuperaba de una relación que no había funcionado…) y él me dijo que lo sentía. Como si se culpabilizara por todo mi sufrimiento. Le dije que lo sabía, que gracias, que él ya hacía mucho por mí. Y se enfadó conmigo. Dejó de cogerme el teléfono. Dejó de responder a mis mensajes. Dejó de leer mis mails.
A partir de ese día me dediqué a participar en asociaciones de familias y personas con autismo (o autistas) hasta que decidí que quería dedicarme a esto. Y ahora llevo unos cuantos años teniendo la enorme suerte de poder trabajar en este sector, de haber podido conocer a muchos autistas, hombres y mujeres, de haber podido conocer a grandes profesionales y de haber aprendido mucho.
Me he dado cuenta de que pocas veces se habla de los hijos y las hijas de personas con autismo y de que, nosotros y nosotras, tendemos a hablar poco también. Y creo realmente que compartir lo que nuestros padres o madres autistas han significado para nosotras puede ser una vía de empoderamiento para todos.
Explicar cómo esta neurodiversidad, esta perspectiva diferente del mundo, de las relaciones, de la cultura, del tiempo, de las emociones, del entorno, ha calado hasta lo más profundo de nuestro ser y nos ha hecho ser quiénes somos puede ayudar también a romper muchos juicios sobre la maternidad/paternidad de las personas autistas emitidos por gente que no tiene ni idea de la condición (o de la maternidad/paternidad).
Yo estoy orgullosa de ser quién soy (me ha costado y hay momentos de vacilación, y queda mucho trabajo por hacer, pero creo que voy por buen camino) y, sobre todo, estoy orgullosa de quién y cómo es mi padre.
¿Ha sido fácil? No. ¿Cambiaría algo? De mí, sí. Comportamientos, autocompasiones, egoísmos… pero fui la que fui y soy la que soy. Tampoco vale la pena detenerse en eso. De él, no cambiaría nada.
Mi padre se auto-diagnosticó Síndrome de Asperger a los 53 años (yo tenía 23). Siempre había sabido que algo pasaba. Él decía que se sentía identificado con Leonardo y con otros personajes históricos incomprendidos. Me decía muy a menudo que no había nacido en su época, que él pertenecía al Renacimiento. Y que buscaba un maestro. Que por qué no podía encontrar a alguien en su vida que lo guiara. También me hablaba del tipo de mujer que necesitaba, pero esto merece un artículo aparte.
Cuando un psicólogo profesional corroboró su diagnóstico, para él fue una epifanía. Todo lo que le había pasado, todo lo que había sentido, tenía una explicación. Tenía razón. Y no estaba loco.
Para mí fue una liberación. Porque yo no entendía nada y durante toda mi vida me había sentido culpable por muchas cosas que se me escapaban. Porque veía a los demás padres o hablaba con mis amigas y amigos y me contaban cosas que hacían con ellos y no tenían nada que ver con el mío, o con el tipo de relación que teníamos él y yo.
En esta serie de artículos me propongo ir explicando anécdotas que recuerdo, reflexiones que hago y hablar del autismo desde mi perspectiva. Desde la perspectiva de una hija. Con mis recuerdos desgastados y (seguro) manipulados por el hecho de haberles dado vueltas y vueltas para intentar entender mejor todo lo que pasó y todo lo que pasa. Para entender mejor el autismo y para estar en paz con mi padre y conmigo misma. Sobre todo, ahora que también soy madre.
Mi padre me enseñó a amar el arte, el teatro, la literatura, la mitología. Me llevó de viaje por toda Europa y por parte del mundo. Me dio una perspectiva diferente sobre lo que significaba ser buena persona, ser una persona digna, ser una persona honesta, ser una persona libre. Me rescató cuando más lo necesité y ahora entiendo que él me abandonó porque era lo que más necesitaba. Y yo debo respetar eso.
Y, aunque lo respete siempre, hay momentos en los que lo entiendo a la perfección y otros en los que aún lloro y pienso que es injusto y me gustaría gritar muy fuerte.
Después del mail en el que me preguntaba mi dirección y a pesar de que, en mi respuesta, le pidiera que nos viéramos y le pidiera que leyera los mails que le he ido mandando estos años, nada. No ha habido respuesta.
Las cosas son como son. Me considero una mujer afortunada de tener el padre que tengo.
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