POR IGNACIO PANTOJA
Fuente: Autismo en vivo / 16/07/2021
Fotografía: Pixabay
John Ford se levantó muy pronto, era aún de noche y justo ese día no tenía que trabajar.
Sentía un intenso dolor de cabeza, tanto que le aplastaba el cráneo.
Había visto esos ojos antes, ¿pero dónde?, esos ojos verdes de intensa belleza femenina.
¿Pero eran reales?
No podía ser, tenía que ser una ninfa, no podían existir, sin embargo tenía que haberlos visto en algún momento, quizá cuando era niño.
Eran demasiado reales.
Se levantó y salió del hotel rápidamente, afuera llovía intensamente.
Cogió un taxi y fue al puerto, algo le pedía ir, una conexión que no podía explicar.
Con un viejo periódico bajo la cabeza se aproximó a la barandilla del puerto, entonces… como si una descarga eléctrica recorriese su cuerpo, lo vio… dos ojos verdes inmensos dentro del mar, como si un monstruo marino le acechara de las profundidades, dispuesto a arrancarle del paseo marítimo y llevárselo a la oscuridad del fondo del océano.
Regresó corriendo a su hotel, con una taquicardia y una taquipnea que el taxista sugirió varias veces si acercarle al hospital.
Cuando llegó al recibidor fue el blanco de todas las miradas, empezó a vomitar sangre.
Llegó al baño de su suite y se miró en el espejo tras lavarse la cara, entonces los volvió a ver, esos ojos preciosos, como dos esmeraldas le miraban.
Metió la mano en un cajón, saco un objeto y apretó, de su cerebro salió un río de sangre.
−Lo encontramos, comisario -dijo la joven agente- aquí está el asesino en serie de todas las chicas que desaparecieron durante el año pasado, qué pena que no se encontrasen sus cadáveres nunca…
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