POR GABRIEL MARIA PÉREZ
Fuente: Univers Àgatha | 26/05/2024
Fotografía: Pixabay
Ayer fuiste mala.
Fuimos a comer fuera y no te estuviste quieta, te levantabas, te tirabas encima de tu hermano, de tu madre, gritabas suavemente y la gente se daba la vuelta hacia ti.
Nosotros, ya acostumbrados, solo te decíamos cariñosamente, “Mala, estate quieta, por favor”.
Y tú, con esa sonrisa maliciosa nos dabas a entender que no estabas muy feliz de haber ido a este sitio a comer, aunque te aseguro que volveremos, que todo está muy rico.
Al final cuando tuviste vía libre, casi sales corriendo de rodillas.
Y yo, cogiéndote de los brazos, levantándote en peso, y llevándote de la mano hasta el exterior.
Sí, fuiste mala, pero ya te decimos mala muchas veces, y siempre siempre, con total cariño.
Esa era tu manera de decirnos que te querías marchar cuanto antes de ahí.
Una vez en casa, continuaste riendo a carcajada limpia, saltando, repiqueteando tus cucharillas y lanzando pequeños gritos de alegría.
La verdad es que eres una joyita.
Tienes todo el derecho a quejarte, amorcito mío, esta es tu manera de transmitirlo, con un poco más de nervios que lo habitual, pero esta vez con una enorme sonrisa maliciosa.
Acabamos sentados en el sofá de casa cabeza con cabeza.
¡Ja, ja! ¡Cómo te quiero!
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