POR ELISA HILL, ASHLEY FRANKS Y SONJA MCKEOWN
Fuente: Medical Xpress | 11/03/2020
Fotografía: Medical Xpress
Mucha gente asocia el autismo con rasgos como interacciones sociales atípicas, comportamientos repetitivos y dificultades con el habla y la comunicación
Pero quizá sea menos conocido el hecho de que las personas con autismo son más propensas a sufrir trastornos gastrointestinales que la población general.
Una revisión descubrió que los niños con autismo tenían cuatro veces más probabilidades de presentar síntomas gastrointestinales que los niños sin diagnóstico. Varios estudios de la revisión informaron de que la prevalencia de los problemas intestinales era la misma entre niños y niñas.
Estos síntomas pueden incluir estreñimiento, diarrea, dolor abdominal, hinchazón, reflujo y vómitos.
Los problemas intestinales de este tipo dificultan la calidad de vida de las personas con autismo y sus familias, afectando además al sueño, la concentración y los problemas de comportamiento.
Durante mucho tiempo pensamos que esto se debía al modo en que el cerebro controla el intestino. Piensa en las "mariposas" que tienes en el estómago, o en la necesidad de correr al baño cuando estás muy nervioso.
Aunque el cerebro influye en la función intestinal, esto es sólo una parte de la historia. Las investigaciones más recientes muestran que los síntomas gastrointestinales del autismo pueden deberse a diferencias en el propio intestino.
El minicerebro del intestino
El intestino contiene su propio sistema nervioso, llamado sistema nervioso entérico, que coordina la digestión y la absorción de alimentos y nutrientes.
El sistema nervioso entérico es una compleja red integrada de neuronas que se extiende a lo largo del tracto gastrointestinal.
Aunque estructuralmente es muy diferente, contiene aproximadamente el mismo número de células que la médula espinal y utiliza muchos de los mismos mensajeros neuroquímicos, receptores y proteínas que el cerebro.
El autismo tiene un fuerte componente genético. Más de 1.000 mutaciones genéticas están asociadas al trastorno. Muchas de estas mutaciones genéticas alteran la forma en que las neuronas se comunican en el cerebro.
Nuestra hipótesis es que algunas de estas mutaciones genéticas también pueden hacer que el cableado de las neuronas se altere en el intestino, dando lugar a problemas gastrointestinales en algunas personas con autismo.
Nuestra investigación
Para probar esta teoría, estudiamos los historiales de dos hermanos con autismo, que tienen una única mutación genética asociada al autismo que afecta a la comunicación neuronal. También estudiamos ratones.
Los modelos de ratón con esta mutación específica, denominada neuroligina-3, han mostrado previamente comportamientos relevantes para el autismo, como la alteración de las interacciones sociales, la reducción de la comunicación y los comportamientos repetitivos.
Descubrimos que esta mutación también afecta al sistema nervioso entérico del intestino en los ratones. Los ratones mutantes presentaban contracciones intestinales alteradas, y la velocidad a la que los alimentos se movían por su intestino delgado era más rápida que la de los ratones sin la mutación.
Además, ambos hermanos tienen problemas intestinales, como esofagitis (inflamación del esófago) y diarrea.
Así que nuestro trabajo demuestra que una mutación genética asociada al autismo, que antes sólo se estudiaba en el cerebro, podría afectar también al intestino.
La microbiota intestinal
También descubrimos que los ratones con la mutación presentaban diferencias en su microbiota intestinal en comparación con los ratones de desarrollo normal.
La microbiota intestinal es la comunidad de microorganismos (incluyendo bacterias, hongos y virus) que viven en el tracto gastrointestinal. La mayor cantidad de microbiota se encuentra en el intestino grueso, donde se digieren algunos de los alimentos que ingerimos.
Los ratones que estudiamos con la mutación de la neuroligina-3 tenían lo que se llama una proporción alterada de Firmicutes:Bacteroidetes.
Los científicos han descubierto que esta proporción está alterada en personas con una serie de afecciones, como la diabetes de tipo 2, la obesidad y la enfermedad inflamatoria intestinal.
¿Por qué es importante todo esto?
Ahora que empezamos a comprender mejor la relación entre el autismo y el intestino, los científicos están investigando si cambiar la microbiota intestinal podría afectar a los comportamientos del autismo. Una forma de alterar la microbiota intestinal es mediante trasplantes fecales.
Un estudio reciente tomó heces (microbiota) de niños con o sin autismo y las trasplantó a ratones. A continuación, los investigadores estudiaron el comportamiento de las crías de estos ratones.
Las crías de los ratones que recibieron microbios de niños con autismo mostraron comportamientos que podrían ser relevantes para el autismo (enterraron más canicas en la cama de su jaula, lo que podría ser un indicio de comportamiento repetitivo), en comparación con los ratones a los que se les trasplantaron microbios de niños con un desarrollo típico.
Otro estudio reciente evaluó los problemas intestinales y los rasgos de comportamiento durante dos años en personas con autismo tras recibir un trasplante fecal. Este estudio informó de mejoras en los síntomas intestinales y en el comportamiento. Pero los investigadores sólo estudiaron un pequeño número de personas y no controlaron los efectos del placebo.
Otros estudios han probado si cambiar la microbiota intestinal tratando a los pacientes con prebióticos (alimento para las bacterias del intestino) o probióticos (bacterias útiles) puede afectar a los comportamientos del autismo. Pero una revisión de estos estudios no mostró ningún consenso, es decir, algunos estudios mostraron un efecto, mientras que otros no.
¿Qué significa esto para las personas con autismo?
Muchos de los estudios sobre el intestino en el autismo se han realizado hasta ahora con ratones. Necesitamos más investigaciones en humanos para confirmar que los resultados pueden extrapolarse.
Tenemos que seguir comprendiendo cómo las mutaciones genéticas en el sistema nervioso influyen en los microbios intestinales. En el futuro, modificar la microbiota intestinal podría ser una forma de controlar los comportamientos de las personas con autismo.
Esto no revertiría las mutaciones genéticas que conducen al autismo, pero podría atenuar sus efectos y mejorar la calidad de vida de las personas con autismo y sus familias.
Mientras tanto, los médicos que tratan a personas con autismo deberían considerar la posibilidad de evaluar y tratar los problemas intestinales junto con los problemas de comportamiento.
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