POR IGNACIO PANTOJA
Fuente: Autismo en Vivo | 11/02/2025
Fotografía: Pixabay.com
El 18 de febrero se conmemoraba el día internacional del síndrome de Asperger, síndrome que ahora se denomina TEA de nivel 1.
En "El problema final" ("The Final Problem"), publicado en 1893, Sir Arthur Conan Doyle narra el enfrentamiento culminante entre Sherlock Holmes y su archienemigo, el profesor Moriarty, en las cataratas de Reichenbach, Suiza. Este relato es célebre por la aparente desaparición de Holmes, quien se presume muerto tras una lucha con Moriarty en el borde de las cataratas. La historia está contada desde la perspectiva del Dr. John Watson, quien, tras la supuesta muerte de Holmes, se encuentra sumido en el dolor y la incertidumbre por la pérdida de su amigo y colega.
Tomando como apoyo este relato del siglo XIX, voy a intentar reflejar como siento en mi propia vida la desaparición total y absoluta del significado de la palabra “Asperger”.
En el año 2002 fui diagnosticado de síndrome de Asperger por la psicóloga María Llorente en el centro Deletrea y como he explicado en diversos artículos aquel momento recibí un nombre nuevo que era una nueva identidad en mí, o mejor dicho, me acababa de revelar quien era yo realmente y todo lo que había significado ello en mi pasado, En aquel momento comenzaba a comprender los motivos por los que en mi infancia y adolescencia había sido ignorado y maltratado por mis iguales, las personas de mi edad con las que había compartido toda mi vida.
Al conocer mi nueva identidad perdí la culpa y la sensación de agobio que había arrastrado tantos años, ahora creía tener una justificación a todo lo ocurrido. Lo siguiente que decidí hacer fue encontrar a otras personas que tuvieran la misma identidad que yo, personas que habrían sido rechazadas del “sistema” y que buscaban olvidar la soledad profunda.
Durante muchos años busqué y conocí a muchas personas que creía que serían iguales o parecidas a mí, pero sin embargo y por tristeza no encontré lo que buscaba; aquella gente, aquel pueblo o aquella nación que creía que existía solamente tenían en común un diagnostico conmigo, la diferencia entre ellos o entre la mayoría de ellos y yo era abismal, no había ninguna empatía y no compartíamos ningún tema más allá de habernos conocido en una asociación o en una fundación, en el resto era total y absolutamente incapaz de conectar con ellos y la sensación de soledad era mucho más grande que la que sentía con los "neurotípicos".
Durante muchos años participé en foros, grupos y sesiones de apoyo con otras personas “neurodivergentes”, pensaba que lograríamos cohesionar un grupo o una comunidad que a través de las asociaciones y los partidos políticos podría influir en la sociedad para defender nuestros derechos y libertades en un mundo de “neurotípicos”.
Pero cuanto más pasaban los años y más me implicaba en el activismo autista sentía que aquellas personas no estaban conmigo, parecía que, a ellos no les interesaba…que no les apetecía en absoluto hablar sobre eso.
Fue para mí muy doloroso el aceptar que a aquella gente con la que pretendía crear un mundo mejor y más inclusivo eran incapaces de comprenderme y los temas que ellos solían hablar me parecían totalmente estrambóticos y a parte de no interesarme notaba que no eran agradables de hablar, la diferencia entre los demás autistas y yo era inmensamente grande, mucho más de lo que podría haber imaginado al principio.
Fue muy triste aceptar que no era como ellos.
Y por tanto terminé comprendiendo que no podía tener amigos allí ni tener vida con ellos y desde el año 2020 que empezó la pandemia decidí que la ruta a seguir sería desaparecer de sus vidas como Sherlock Holmes desaparece de la vida del doctor Watson.
Comprendí que el diagnostico de Asperger o TEA nivel 1 como se llama ahora solo era un papel escrito por un psicólogo, no una identidad o un carnet de ingreso en una tribu.
Ese diagnóstico es solo una pequeña parte de mí, yo como Ignacio Pantoja soy muchas más cosas que una "persona autista" y no puedo limitarme a dividir el mundo entre autistas y “neurotípicos”, encontraría amigos en las personas que me aceptasen y respetasen pero por mí mismo y no por ningún otro motivo.
Durante estos últimos años me he alejado de mi vida pasada en la que luchaba por un sueño y me he centrado en terminar mi carrera, creo que tener el título de graduado en farmacia por la complutense de Madrid es algo infinitamente más útil.
Los años pasan y la realidad de cómo debemos actuar en la vida se impone a todo lo demás y a todos los demás.
Ignacio F. Pantoja
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