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La conexión entre la oxitocina y el autismo, explicada


Ilustración de Carlo Cádenas



POR PETER HESS

Fuente: Spectrum | 06/01/2022

Fotografía: Autism Spectrum



De toda la química cerebral que estudian los investigadores del autismo, pocas moléculas han acaparado tanta atención como la llamada "hormona social", la oxitocina.


De toda la química cerebral que estudian los investigadores del autismo, pocas moléculas han acaparado tanta atención como la llamada "hormona social", la oxitocina. Algunos niños autistas parecen tener niveles bajos de oxitocina en la sangre, lo que ha llevado a varios equipos a probar la oxitocina administrada por vía intranasal como terapia para el autismo. Sin embargo, hasta ahora estos ensayos clínicos han arrojado resultados inconsistentes.


Aquí explicamos lo que los científicos saben hasta ahora sobre la conexión de la oxitocina con el autismo.



¿Qué hace la oxitocina en el cerebro y el cuerpo?


La oxitocina tiene múltiples funciones, como promover la confianza entre las personas, moderar nuestra respuesta a las amenazas y favorecer la lactancia y el vínculo materno-filial. La hormona se produce principalmente en el hipotálamo, una región del cerebro que media en las funciones corporales básicas, como el hambre, la sed y la temperatura corporal.


Las neuronas productoras de oxitocina en el hipotálamo se proyectan a otras partes del cerebro, como el núcleo accumbens, donde la hormona regula el aprendizaje de recompensa social. En el sistema sensorial del cerebro, incluido el bulbo olfativo, la oxitocina parece ayudar a equilibrar las señales excitatorias e inhibitorias, mejorando el procesamiento de la información social, al menos en las ratas. En la amígdala, la oxitocina parece ayudar a amortiguar las respuestas de amenaza a la información social negativa y fomentar el reconocimiento social.


La glándula pituitaria controla la liberación de oxitocina en el torrente sanguíneo. La oxitocina en la sangre es crucial para iniciar las contracciones del músculo uterino durante el parto. También favorece la lactancia al facilitar el reflejo de bajada de la leche, estimulando el flujo de leche hacia el pezón.


Los científicos identificaron por primera vez el papel de la oxitocina en las interacciones sociales de los topillos de las praderas. La hormona, que se libera en el cerebro de los topillos cuando se aparean, facilita la formación de un vínculo monógamo. Un estudio realizado en 1995 descubrió que si se bloquean los receptores de oxitocina de los animales, se inhibe la formación de lazos de pareja, pero si se administra oxitocina, se crean lazos sin necesidad de aparearse. Según un estudio de 2009, la administración de pequeñas cantidades de oxitocina a los ratones jóvenes mejora su capacidad para establecer vínculos afectivos en la edad adulta y disminuye su comportamiento ansioso. Sin embargo, el tratamiento a largo plazo disminuye su capacidad de establecer vínculos como adultos, según un estudio de 2012.



¿Por qué sospechan los investigadores que existe una conexión entre el autismo y la oxitocina?


Algunos estudios, aunque no todos, han descubierto que los niños autistas tienen niveles de oxitocina en sangre más bajos, por término medio, que sus compañeros no autistas. Y los niños autistas con niveles más bajos demuestran peores habilidades sociales que los que tienen niveles más altos.


Algunos autistas tienen variantes genéticas en el receptor de oxitocina, una proteína a la que se une la oxitocina para realizar sus funciones.


Sin embargo, la relación exacta entre la oxitocina y el autismo no está clara. No todos los autistas tienen niveles bajos de oxitocina, ni todos tienen alterados los receptores de oxitocina.


¿Cómo se relacionan los niveles de oxitocina en sangre con los niveles de oxitocina en el cerebro?


Esta simple pregunta no tiene una respuesta sencilla. Algunas pruebas sugieren que los niveles de oxitocina en sangre están muy correlacionados con el nivel de la hormona en el líquido cefalorraquídeo, que se cree que refleja la actividad de la oxitocina en el cerebro. Pero otros trabajos sugieren que el nivel de oxitocina en sangre de una persona puede no ser un indicador fiable del nivel de la hormona en su sistema nervioso central, ya que estos niveles pueden variar mucho en función de los métodos utilizados para medirlos.



¿Pueden los tratamientos que aumentan los niveles de oxitocina mejorar la función social de las personas con autismo?


No está claro. La oxitocina en la sangre no puede entrar en el cerebro, por lo que los investigadores deben administrarla en forma de aerosol nasal; el bulbo olfativo, que se encuentra justo encima de la cavidad nasal y proyecta neuronas hacia ella, puede captar la oxitocina administrada de esta forma: una ruta directa de la nariz al cerebro que evita el torrente sanguíneo.


Según un pequeño estudio de 2010, los autistas que recibieron oxitocina intranasal prestaron más atención a las caras de los demás durante un juego cooperativo, lo que demuestra que la hormona puede abordar uno de los rasgos centrales del autismo. Los participantes que recibieron oxitocina también se comprometieron con otros jugadores durante el juego más que los que no la recibieron.


Los niños con autismo que tienen niveles bajos de oxitocina en la sangre para empezar muestran una mejora en las habilidades sociales después del tratamiento con oxitocina, según un estudio de 2017. Sin embargo, los participantes que no empezaron con niveles bajos de oxitocina no mostraron la misma mejora.


Por el contrario, un spray nasal de oxitocina no mejoró los comportamientos sociales en otro grupo de niños autistas, según un ensayo cuyos resultados se publicaron en octubre de 2021.



¿Por qué estos ensayos clínicos han dado resultados contradictorios?


Una de las razones puede tener que ver con la forma en que los ensayos miden la eficacia de la hormona. En el ensayo de 2021, por ejemplo, los investigadores utilizaron una herramienta diseñada para medir los niveles de retraimiento social de los participantes. Pero dicha herramienta puede no ser lo suficientemente sensible para medir las ligeras mejoras en otras habilidades, como la captación de señales intuitivas o normas sutiles, que impulsan la capacidad de las personas autistas para funcionar socialmente, dice Elissar Andari, profesor asistente de psiquiatría en la Universidad de Toledo en Ohio, que participó en el pequeño estudio de 2010. En ese estudio, el equipo de Andari hizo un seguimiento del contacto visual, evaluó la calidad de las interacciones sociales de los participantes y utilizó los autoinformes de los participantes sobre sus experiencias emocionales. El ensayo de 2017 descrito anteriormente empleó un cuestionario clínico diseñado para medir la capacidad social en personas autistas y no autistas.


Los resultados mixtos también pueden reflejar el hecho de que la oxitocina intranasal puede no ser capaz de llegar a las neuronas de oxitocina involucradas en el comportamiento social, dicen los expertos. En lugar de hacer llegar la oxitocina al cerebro, los científicos han empezado a probar moléculas que pueden atravesar la barrera hematoencefálica y estimular la liberación natural de oxitocina. En los topillos de las praderas, por ejemplo, datos no publicados sugieren que la molécula melanotan II podría mejorar la liberación de oxitocina en el cerebro.


Otra posible explicación de los resultados mixtos es que el efecto de la oxitocina en el comportamiento social es limitado cuando el contexto de tratamiento carece de señales sociales. La oxitocina aumenta la saliencia, o importancia relativa, de los estímulos sociales, dicen Andari y otros expertos. Por lo tanto, los estudios de tratamiento con oxitocina deben realizarse conjuntamente con terapias conductuales para maximizar los beneficios, afirma Andari.


Basándose en todos los estudios realizados hasta la fecha, sigue sin estar claro qué cantidad de oxitocina podría ser necesaria para beneficiar el funcionamiento social de los autistas, quién podría beneficiarse exactamente de ella y durante cuánto tiempo debería administrarse, dice Andari.


Breve cronología de la investigación sobre la oxitocina:


1906. Primer descubrimiento: Sir Henry Hallett Dale, un psicólogo inglés, descubre los efectos de la oxitocina, usando un extracto de glándulas pituitarias de los bueyes. Añadiendo unas gotas a un útero de una gata embarazada causó contracciones.


1979. Instinto maternal. Después de darle oxitocina, las ratas jóvenes mostraron conductas maternales hacia cachorros de acogida.


1992. Receptores dispersos. La distribución de receptores de oxitocina en el cerebro difiere entre ratones de la pradera, que son monógamos a lo largo de su vida, y ratones de montaña no monógamos, sugiriendo una evolución en la conducta social y de apareamiento específica según las especies.


1994. Acércate. Administrar oxitocina a una rata de la pradera mientras está en una jaula con un ratón le lleva a preferir este ratón a otro desconocido.


1998. Niveles bajos. Las investigaciones sugieren que los niños autistas tienen niveles más bajos de oxitocina en su plasma sanguíneo que los niños no autistas.


2002. Eliminación de la oxitocina. Los ratones sin el gen de la oxitocina emiten menos ruidos cuando están separados de su madre que los ratones salvajes, y son más agresivos de adultos, según un estudio.


2003. Conducta acotada. Una forma sintética de oxitocina disminuye los comportamientos repetitivos, según una prueba aleatoria a doble ciego con 15 participantes adultos con autismo.


2010. Hormonas inhaladas. Inhalar oxitocina causa a las personas con autismo sentir más confianza con personas desconocidas en un juego virtual con pelota, según sugiere un estudio con 13 participantes.


2014. Altamente heredable. Los niveles de oxitocina en la sangre son tan heredables como la altura y se pueden usar para predecir el funcionamiento social en niños con autismo, según sugiere un estudio.


2017. Resultados positivos. Administrar oxitocina via intranasal mejora las habilidades sociales, y los niños con los niveles de oxitocina más bajos en la sangre son los más beneficiados, según un pequeño estudio clínico con 32 participantes con autismo.



2021 Fracaso de la prueba. Una prueba aleatoria involucrando 277 participantes descubre que la oxitocina no mejora la conducta social en niños con autismo.


Cite este artículo: https://doi.org/10.53053/NLAU3623




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