POR IGNACIO PANTOJA
Fuente: Autismo en vivo | 05/08/2021
Fotografía: Pixabay
Si hay un juego de mesa (o un deporte) que me parece fascinante, ése es el ajedrez.
Nunca me he dedicado a dar clases y muy pocas veces me han enseñado, básicamente aprendí yo solo a mover las fichas, a hacer estrategias y a ganar partidas.
Me resulta muy sugerente todo, desde su estructura arlequinada, las piezas negras contra blancas enfrentadas, los seis tipos de piezas, simétricas, salvo el rey y la dama que están opuestos, cada cual de un género y las más poderosas.
Los peones que representan al pueblo, las torres que representan la nobleza, los caballos al poder militar y los alfiles a la Iglesia.
Y el rey y la dama, uno indispensable pero con poco poder y la otra dispensable pero la más poderosa.
El tablero se dispone como un océano de blancos y negros, las fichas se mueven como peces, se atrincheran, se desplazan y poco a poco van desapareciendo.
Desde los inicios en donde está la pugna por el centro del tablero, la salida en liza de caballos y alfiles, los primeros movimientos para medir a tu contrincante.
Después el desarrollo de la partida, cuando salen las torres y se empiezan a desplazar de arriba a abajo del tablero.
Y por último, el final, cuando el rey se convierte en la ficha más importante y ayuda a los peones a llegar al final del tablero y resucitar a su amada dama.
Siempre he jugado al ajedrez, nunca lo he estudiado, pero me encanta, a veces gano y otras veces pierdo (y otras menos quedo en tablas), pero nunca desprecio a un contrincante.
Si hay un juego que recomiendo a otros TEA, como pasatiempo y como estudio, ése es el ajedrez, creo que nuestra capacidad espacial y de memoria nos ayudan mucho a ser buenos jugadores y, además, despeja la mente de pensar en malos pensamientos.
¿Jugamos una partida?
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